«¿Qué es la felicidad?» es la pregunta del millón. Todos queremos ser felices, pero el primer paso debería ser definir qué es para saber cuándo lo somos. Después, qué debemos hacer para llegar a ese punto. ¿Es algo que se «es», o algo que se «practica»? La felicidad significa distintas cosas para diferentes culturas, filosofías o religiones. En el artículo de hoy vamos a centrarnos en qué es la felicidad en el estoicismo.
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Definición de felicidad
Según el diccionario de la Real Academia Española, la felicidad es:
1. Estado de grata satisfacción espiritual y física.
2. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Mi familia es mi felicidad.
3. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Viajar con felicidad.
Personalmente, no me acaba de convencer ninguna de estas definiciones. ¿La satisfacción física es felicidad? ¿Dependo de una persona u objeto para ser feliz? ¿Puedo ser feliz aunque tenga inconvenientes en mi vida? Desde mi punto de vista, no tiene que ver desde luego con ningún tipo de satisfacción física. Tampoco la felicidad debe ir ligada a una persona o un objeto, pues seríamos desdichados si lo perdiéramos. Tampoco tiene nada que ver con la ausencia de problemas: conozco a gente con problemas que es feliz, y gente infeliz que no ha tenido un gran problema nunca.
¿Qué es la felicidad, entonces?
Es posible que haya tantas definiciones de felicidad como personas en este mundo. Por eso es tan difícil de definir. Por eso casi nadie está de acuerdo en la definición.
Pero esto no es necesariamente una mala noticia.
No se necesita un consenso en la definición de felicidad para ser feliz. Sólo necesitas saber cuál es la tuya.
Antes de que sigas leyendo, si prefieres escuchar este artículo, lo puedes hacer en versión podcast a continuación:
Felicidad en el estoicismo
Los estoicos, como filósofos helenísticos que fueron, reflexionaron sobre qué era una vida feliz para ellos, y veían la filosofía como una herramienta para alcanzar dicha felicidad. Fruto de esta reflexión, e inspirados en el aristotelismo, dieron con una palabra concreta para definir la felicidad: eudaimonía (εὐδαιμονία en griego, y que también se traduce como «florecimiento). No fueron los únicos filósofos que llegaron a esta conclusión, sino que también lo hizo, por ejemplo, Epicuro.
Aunque el camino para llegar al mismo punto era distinta dependiendo de la escuela helenística de la que hablemos.
Para los filósofos estoicos, una vida eudaimónica es una vida que merece la pena ser vivida, una vida en la que alcanzamos nuestro máximo potencial como seres humanos. Es por esta razón por la que también se traduce como «florecimiento», porque hemos florecido como seres humanos. Un día apenas fuimos una semilla, y gracias a regarnos paciente y continuamente con el agua de la virtud y las buenas acciones, hemos florecido lo máximo que podíamos haberlo hecho. Hemos vivido una vida que merezca la pena.
Nos nos dará miedo morir, porque habremos aprovechado el tiempo y habremos obrado con virtud siempre que tuvimos ocasión.
Porque estaba bajo nuestro control tomar la decisión de hacerlo.
Pasos para alcanzar la felicidad como los estoicos
A continuación vamos a desgranar por puntos la parte práctica de este artículo. Vamos a ver el paso a paso que seguiría un estoico para saber cómo actuar. Para estar un paso más cerca de la felicidad, de la vida eudaimónica.
Primer paso: ¿Esto está bajo mi control?
De la idea que expuse más arriba se deriva que el primero de los pasos para alcanzar la felicidad está en nuestro propio discernimiento. Si no somos capaces de distinguir si algo está bajo nuestro control o no, es muy posible que pongamos nuestra atención en cosas sobre las que no podemos hacer nada.
Esto garantizará nuestra desdicha, no nuestra felicidad.
Bien.
¿Qué podemos hacer entonces?
Ante cada situación que vivamos, debemos analizar qué está realmente bajo nuestro control. Esta habilidad se conoce como dicotomía del control y, como cualquier habilidad, conlleva entrenamiento. Dudo mucho que Epicteto supiera ejecutar esta dicotomía del control perfectamente la primera vez. Ni la segunda. Ni la tercera. Poco a poco, si lo hacemos a diario, este músculo crecerá y se integrará en nuestra forma de ser. Un día, te sorprenderás pensando así por defecto ante ciertas circunstancias, porque habrás cableado a tu cerebro para que piense así.
Date tiempo, y trátate con amabilidad cuando no consigas hacerlo bien.
Segundo paso: Actuar con virtud (de acuerdo a nuestra naturaleza)
Ya has diferenciado lo que depende de ti de lo que no en la situación que tienes delante.
Estupendo.
Ahora tienes que actuar.
Porque si aprendes a diferenciarlo pero no haces nada al respecto, estás en el mismo punto. No sirve de nada. Al igual que no hay diferencia entre quien no sabe leer y quien sabe leer pero no lee nunca, si no actúas concentrándote en lo que está bajo tu control la dicotomía no tendrá ningún sentido.
Y, ¿cómo actuaría un estoico? Con virtud.
Séneca define la virtud como la «recta razón». Por lo tanto, para actuar con virtud debes razonar. Reflexionar si la acción que vas a llevar a cabo es sabia, justa, valiente y moderada (las cuatro virtudes estoicas, que te explico en una guía al suscribirte a mi newsletter).
Los estoicos decían que la intención de nuestras acciones está bajo nuestro control total. Por lo tanto, si actuamos con buena intención, haciéndolo lo mejor que sepamos, estaremos actuando con virtud.
El resultado puede ser bueno o no serlo. No está bajo nuestro control. Pero la intención con la que hacemos nuestras acciones sí lo está, y es ahí donde debemos poner la atención.
Hasta ahora he hablado de cómo actuar con virtud en lo que está bajo nuestro control, pero la moneda tiene otra cara: aceptar con ecuanimidad lo que no está bajo nuestro control.
Lo que nos pasa, las circunstancias externas, no están bajo nuestro control. Si llueve, si nos insultan, si hay coronavirus, si alguien que queremos enferma, no está bajo nuestro control.
Pero cómo respondamos a ello sí.
Lo que nos lleva al tercer y último paso: la ataraxia.
Tercer paso: Ataraxia por actuar bien
La ataraxia estoica es la serenidad de ánimo, la tranquilidad de espíritu. Algo similar al nirvana de los budistas, aunque no se alcanza por el mismo medio.
¿Por qué digo que la ataraxia es el tercer paso? Porque sin ataraxia, sin tranquilidad, es difícil (por no decir imposible) ser feliz. No sé tú, pero yo no conozco a nadie que esté estresado, vaya con prisas a todos lados, se deje llevar por sus emociones, se enfade … y diga que es feliz.
Los estoicos alcanzaban la ataraxia cuando actuaban con virtud en lo que podían controlar y aceptaban con serenidad lo que no. Lo que ocurría no estaba bajo su control, pero sí cómo respondían a ello. Si tenemos una vida con más ataraxia que emociones negativas (pasiones), es más probable que alcancemos una vida feliz. Gracias a nuestras acciones y gracias a la ecuanimidad.
Repite: Una gran vida se compone de grandes días
Alcanzar la felicidad parece algo enorme, un camino inmenso. Algo demasiado profundo o demasiado lejano.
¿Qué tal si probamos a dividirla en pequeñas partes?
Vivir una vida feliz, una vida eudaimónica, no es algo que te corresponda hacer ahora. Vivir un momento feliz sí.
Eso sí puedes hacerlo ahora mismo. Puedes actuar lo mejor que sepas y puedas. Es lo que estoy haciendo yo mientras escribo estas líneas: intentar explicarlo lo mejor que sé. Después cuando acabe, me iré al gimnasio a entrenar lo mejor que pueda hacerlo. Y así sucesivamente. Un día se compone de muchos momentos, y una vida se compone de muchos días.
¿Quieres vivir una vida feliz? Céntrate en este momento que tienes entre manos.
Hazlo lo mejor que puedas, y repite hasta tu muerte.
«Estoa»: Sabiduría clásica para la vida moderna»
El estoicismo es una filosofía que paga sus dividendos a quiénes la llevan a cabo. No tengas prisa, y céntrate en buscar progreso, no perfección.
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Gracias por leer hasta aquí.
Hasta la próxima.
Pepe.