Cubiertas las necesidades básicas, los seres humanos tenemos, en esencia, deseos y miedos similares. Queremos ser aceptados por nuestro entorno, ser felices, vivir en el momento presente, dejar de procrastinar , y que nuestros seres queridos se sientan plenos. Hace unas semanas hice un Q&A en Instagram preguntando cuáles son las principales preocupaciones que tienen las personas que allí me siguen. He reunido las respuestas que más se repitieron en este artículo, en el que voy a explicar cómo el estoicismo puede ser una guía para gestionar mejor esas situaciones.
Antes de comenzar el artículo, quiero dejar claro que el estoicismo no sirve para solucionar cualquier problema para siempre, ni que sea para todo el mundo, en todo momento. Lo adelanto porque al leer estas líneas, alguien puede pensar: «esto del estoicismo parece que es una aspirina para cualquier dolor de cabeza». La verdad es que no es así, pero también es cierto que el estoicismo es una filosofía de vida, y como filosofía de vida trata de dar respuestas a cuestiones vitales, lo que incluye distintos ámbitos de la vida de una persona.
Con frecuencia se considera a los estoicos como los primeros psicólogos, y de hecho las terapias cognitivo-conductuales modernas se basan en gran medida en las prácticas estoicas. Por este motivo, veremos que puede aportar soluciones a los siguientes problemas.
Hecho este disclaimer, comencemos.
En esta entrada encontrarás...
- 1 «Me agobian los pensamientos rumiantes, mi cabeza me va a mil por hora»
- 2 «Me preocupa que mi familia y las personas que quiero se encuentren bien»
- 3 «Me gustaría aprender a tener menos deseos y a agradecer lo que ya tengo»
- 4 «Quiero saber vivir con más estabilidad emocional»
- 5 «Me gustaría tener estabilidad y menos miedo a la incertidumbre»
- 6 «Cómo dejar de procrastinar y empezar a hacer más cosas»
- 7 «Falta de valores. No sé por qué guiarme. No sé qué valores me mueven»
«Me agobian los pensamientos rumiantes, mi cabeza me va a mil por hora»
Todos tenemos una voz en la cabeza que no se calla nunca. Santa Teresa la llamaba «la loca de la casa».
Cuando queremos dormir por las noches, parece que habla más fuerte que nunca. Cuando queremos concentrarnos en algo, prefiere que la escuchemos a ella. Cuando necesitamos tranquilizarnos y poner en orden los pensamientos, notamos un barullo mental al que sentimos que no podemos poner fin.
Todos queremos sentir más paz mental, más serenidad, más calma interior. Más ataraxia. Pero la voz de nuestra cabeza no tiene esas mismas intenciones.
Pero este problema del ruido mental no es nuevo, viene de siglos atrás. Por eso los estoicos y otras escuelas budistas sabían de la importancia de prestar atención a lo que tenemos entre manos, como forma de acallar esa infinita voz.
Los estoicos nos hablaron de la Prosochê, el arte de prestar atención. Desde el budismo se nos habla del mindfulness como una parte de la meditación Vipassana. Y, que sepamos, si bien los estoicos no meditaron en el sentido formal de la meditación (sentarse con los ojos cerrados y concentrarnos en la respiración), sí que hablan en muchos de sus escritos de prestar atención.
Prestar atención a lo que tienes delante no sólo te ayuda a ser más eficiente o profesional, sino a ser más consciente de cómo te encuentras, a ver qué emociones estás sintiendo y cómo te están influyendo. Precisamente en uno de los retos estoicos que hicimos en Patreon, una de las prácticas consistía en hacer paradas al día para autoexaminarnos. El autoexamen constaba de apenas un minuto, en el que nos parábamos ver qué sentíamos, cómo iba el día, qué había pasado y si nos había afectado de alguna manera, hacer algunas respiraciones conscientes y seguir adelante con el día. Me sorprendió como esta simple práctica, para la que no hace falta sacarse ningún doctorado, de parar a ver cómo me encuentro, ayudó a muchísimos participantes en el reto. Mucha gente llegó a confesar que nunca antes en su vida había parado simplemente a plantearse cómo estaba, cómo se encontraba.
La velocidad del mundo actual suele impedirlo. ¿Parar? ¿Para qué? Con todo lo que tengo que hacer…estoy yo como para parar.
Establecer el hábito de parar a ver cómo están tus emociones, en qué estado de encuentras, puede hacer muchísimo por tu gestión personal. Descubrirás patrones, te empezarás a conocer mejor. Si no sabes cómo empezar, una alarma en tu móvil puede ayudarte a recordar parar durante un minuto.
«Detén el impulso de marioneta, circunscríbete al momento presente», se recordaba Marco Aurelio en sus «Meditaciones«.
Una buena forma de trabajar la atención es apuntar palitos cuando estás haciendo algo importante. Te cuento cómo aquí. Y, aunque los estoicos no lo hicieran, meditar también te ayudará a mejorar la concentración y la atención en el momento presente.
Estos ejercicios te darán claridad mental poco a poco y te ayudarán a tener menos dispersión mental.
«Me preocupa que mi familia y las personas que quiero se encuentren bien»
Una de nuestras mayores preocupaciones como seres humanos es que nuestros seres queridos, nuestra familia, nuestros amigos, estén bien. Que tengan salud, tranquilidad económica, estabilidad, que sean buenas personas, que sean felices. Nos gustaría hacer todo lo posible para ello, pero lo cierto es que no está bajo nuestro control total.
No podemos hacer que un hijo sea feliz. Podemos darle todo el cariño del mundo, todos los medios, dedicarle todo el tiempo que podamos pero, en última instancia, la felicidad es un asunto personal que cada uno debe trabajar.
Los estoicos hablaron del concepto de Oikeiósis, que tiene una difícil traducción. Suele explicarse como «apropiación», en el sentido de que nos «apropiamos», al preocuparnos, del bienestar de nuestros queridos.
Se suele explicar con esta imagen de círculos que te dejo aquí abajo:
Para ello, uno debe empezar a trabajar en sí mismo. Luego, en lo que puede controlar respecto a los familiares, amigos, vecinos, etc.
La clave es que nos centremos en lo que podemos controlar, tratemos de hacer lo mejor posible para ser de ayuda al resto, y liberarnos de la carga mental de todo aquello que se escapa a nuestro control.
«Me gustaría aprender a tener menos deseos y a agradecer lo que ya tengo»
El problema no es tener deseos. Todos los tenemos. El problema es tener excesivos deseos, y ligar nuestra felicidad a la consecución de esos deseos.
Mucha gente quiere tener una casa más grande, esperan ser más felices en ella. Otras personas desean un puesto de trabajo más importante y con más responsabilidad, esperando obtener un mejor estatus para que los demás le admiren. Otros, en cambio, desean que el próximo coche que se compren atraiga la mirada y la envidia de todos los demás.
Todas estas personas están cayendo en el mismo error: no son capaces de valorar lo que ya tienen, y creen que lo que les falta le dará la felicidad.
El estoicismo nos ayuda a dar menos valor a lo que creemos que nos falta.
Me alegró ver que, nuevamente, el estoicismo y el budismo coinciden: las dos mayores causas de sufrimiento del ser humano son el deseo y el miedo.
Séneca decía que nuestros invitados deben impresionarse más por nuestra persona que por nuestro ajuar. Es en nosotros en quienes debemos trabajar, no en nuestras posesiones. Leí también (no recuerdo la fuente) que si no sabes ser feliz con un café, tampoco lo serás con un Ferrari. Alguien pensará: «qué tontería. Dame un Ferrari y ya verás como sí soy feliz». ¿Sabes lo que ocurrirá? Que sí, serás feliz un tiempo. Pero luego te acostumbrarás a conducirlo (adaptación hedónica), o verás que otro tiene un coche mejor y entonces querrás ese coche.
El estoicismo te enseña a poner tu atención en lo que ya tienes para que aprendas a valorarlo. ¿Cómo? Imaginando que lo pierdes.
«Quiero saber vivir con más estabilidad emocional»
Séneca fue un maestro de las emociones. Supo ver, algo que ahora demuestra la psicología moderna, que crear un espacio entre estímulo y respuesta es la clave para elegir responder y no reaccionar.
En su manual «De la ira» nos habla de cómo hacerlo y qué pasos seguir:
1.- Prestar atención a las señales del cuerpo. Semblante colorado, puños cerrados, ceño tenso. Todos hacemos eso cuando nos enfadamos.
2.- Observar nuestro semblante en el espejo. Si vemos la cara iracunda que tenemos, nos horrorizaremos.
3.- Hacer movimientos lentos y deliberados. Relajar los músculos de la cara, hacer respiraciones lentas y profundas.
La clave es retrasar la respuesta. Cuando respondemos inmediatamente, solemos equivocarnos. Cuando paramos, y contamos hasta diez, nos equivocamos menos.
¿El problema? Las emociones son respuestas automáticas y adaptativas. Séneca también supo que ese primer instinto, esa primera sacudida, es inevitable en muchos casos. Por eso debemos entrenarnos en no dar nuestro asentimiento a las impresiones, y tratar de retrasar la respuesta en la medida de lo posible.
Especial atención debemos prestar a este trabajo en el mundo moderno, en el que nuestra amígdala está hipertrofiada por tanto estímulo externo. Es completamente normal que en el pasado saliésemos corriendo cuando nos perseguía un león, pero no lo es tanto que un insulto en redes de alguien que no conocemos nos afecte durante horas. En mi entrevista con la neurocientífica Nazareth Castellanos hablamos de este fenómeno, y de cómo la meditación y la atención (Prosochê) en el momento presente nos puede ayudar a revertir estas respuesta automáticas por unas más moderadas.
Otras de las formas en las que el estoicismo nos ayuda a entrenarnos en este espacio estímulo/respuesta es prestando atención (nuevamente Prosochê) a nuestro diálogo interior cuando ocurre algo que nos impacta emocionalmente. La clave para hacerlo con efectividad es ser amables con nosotros mismos, y tratar de no añadir juicios de valor a nuestras acciones. Veamos un ejemplo:
Vas caminando por casa, entras en la cocina y, sin querer, le das un codazo a una taza y la tiras. Ante este hecho objetivo (has dado un codazo a una taza y la has tirado) puedes actuar de dos formas muy distintas:
1) Diciéndote «madre mía, qué torpe soy. Siempre lo tiro todo». Fíjate en las palabras «qué torpe soy». Son un juicio de valor («eres torpe») y refuerzan la identidad que tienes sobre ti de que eres una persona torpe. Cuando alguien te pida que te describas, entre muchas otras cosas dirás que eres torpe.
2) Diciéndote «he tirado la taza, voy a recogerla. La próxima vez prestaré más atención». Aquí no hay juicio de valor y sí más amabilidad hacia tu persona.
Es importante destacar este apartado porque, de la misma manera que no le dirías a un amigo «qué torpe eres», tampoco deberías decírtelo a ti. Como diría Séneca: «desgraciado de ti si te menosprecias como testigo de tus acciones».
Sé que no somos robots y no estoy diciendo que los problemas cotidianos no nos vayan a afectar, ni que siempre seremos capaces de hablarnos así. Pero, con la práctica, situaciones que antes nos sacaban de quicio lo harán de forma menos intensa y durante menos tiempo.
Sencillamente, gracias al trabajo de cambiar tu diálogo interior, empiezas a ser capaz de decirte: «ya le he dedicado un tiempo a esta molestia, pero no merece más la pena. Sigamos adelante, que no es tan importante. Hay cosas peores».
«Me gustaría tener estabilidad y menos miedo a la incertidumbre»
Siempre me ha preocupado en exceso el futuro. ¿Dónde trabajaré? ¿Seré feliz? ¿Tendré para comer? ¿Me irá bien? ¿Enfermaré?
Leamos juntos la siguiente frase de Marco Aurelio:
«No temas el futuro. Acudirás a su encuentro, de ser preciso, con las mismas armas con las que ahora afrontas el presente».
A menos que fallezcas, el futuro vendrá sí o sí. No tienes otra forma de escapar de él. El estoicismo enseña que, en lugar de preocuparnos constantemente por ello, nos centremos en lo que podemos controlar para ponernos en una posición en la que nos afecte lo menos posible.
El presente, el día de hoy, algún día en el pasado fue un futuro que temíamos. Y aquí estamos, no es para tanto. No es tan temible como imaginábamos. Con el futuro que hoy nos preocupa ocurrirá igual: tendremos armas para enfrentarlo. Procurémonos esas armas en el presente (más estudio, más fuerza, más lectura, más meditación, mejor gestión emocional, etc) y el futuro no nos afectará.
«Cómo dejar de procrastinar y empezar a hacer más cosas»
El estoicismo es una filosofía de acción. Sus practicantes eran senadores, comerciantes, esclavos, y hasta un emperador romano. Como puedes imaginar, ninguno de ellos dedicaba sus días a meditar en una montaña o a barrer las hojas del suelo y podar el jardín. Tenían cosas más importantes que hacer.
Por eso el estoicismo atrae a mucha gente en el mundo moderno.
Hoy, el mundo es distinto. No nos presentamos a consulados, pero tenemos proyectos que son importantes para nosotros. No vamos a librar una guerra con los partos, pero sí con nosotros mismos. No nos preocupamos de que alguien nos traicione en el Senado, pero sí de que alguien nos quite el ascenso a un mejor puesto de trabajo.
Sin embargo, sí compartimos algo con el destino de las personas de hace dos mil, tres mil, y diez mil años: la muerte.
La muerte es lo único que nos une a toda la humanidad, y los estoicos no recomendaban mirar hacia otro lado, sino más bien lo contrario: meditar sobre ella a diario.
Esta práctica se conoce como Memento Mori y es, desde mi punto de vista, el mejor remedio contra la procrastinación que conozco. Tener la muerte presente te ayuda a no dejar las cosas para luego, porque ese luego quizás no llegue.
Séneca era bien consciente de este hecho, y por eso escribió su tratado «Sobre la brevedad de la vida». Uno de los mejores libros que he leído nunca. En él, reflexiona sobre lo efímera que es nuestra existencia, y especialmente critica a aquellas personas que dejan las cosas importantes para más adelante:
«Algunos dicen: cuando tenga sesenta años me retiraré a descansar. ¿Y quién te garantiza que vayas a tener una vida tan larga?»
Absolutamente nadie. Y como nadie te lo garantiza, ¿a qué estás esperando? ¿A que las condiciones sean perfectas? Nunca lo serán.
Si no fuera porque me he entrenado en esta práctica de Memento Mori, este proyecto nunca hubiera existido. Si hubiera esperado a tener más dinero, o un trabajo mejor, o más tiempo libre, no hubiera comenzado jamás. Como me ha pasado con muchos otros proyectos.
Si quieres hacer algo importante, piensa en la muerte. Si no quieres llegar a tu lecho de muerte preguntándote cómo te hubiera ido, o arrepintiéndote por no haberlo intentado, da hoy el primer paso, por pequeño que sea. Y, mañana, el segundo.
«Falta de valores. No sé por qué guiarme. No sé qué valores me mueven»
La ética estoica (cómo actuar) se basa en la virtud. El término virtud viene del latín «virtus», que a su vez se deriva del griego «areté», y tiene una difícil traducción en el lenguaje moderno. El que más se le aproxima es «excelencia».
Esa virtud general se subdivide a su vez en otras cuatro:
- Sabiduría práctica o prudencia.
- Coraje o fortaleza.
- Justicia o bondad moral.
- Templanza o moderación/disciplina/autocontrol.
Los estoicos, antes de actuar, intentaban ver de qué manera podían hacerlo de acuerdo a estas cuatro virtudes, o a la que fuera necesaria en cada situación.
Sobre estas cuatro virtudes estoicas tengo una guía gratuita en pdf que regalo a todas aquellas personas que se suscriben a mi newsletter. Incluye una definición más detallada sobre todas ellas y ejercicios para llevarlas a la práctica.
Si aprendes a actuar de acuerdo a estas virtudes, ya tendrás unos valores por los que comenzar a guiar tus actuaciones y habrás encontrado, por tanto, una brújula vital que te orientará cuando no sepas cómo actuar. Las virtudes te proporcionarán sabiduría, coraje, justicia y templanza. Unos valores por los que merece la pena luchar.
Todos estos principios estoicos los vemos en mi curso «Estoa: Sabiduría clásica para la vida moderna». Si quieres unirte, puedes hacerlo aquí . Y si prefieres conseguir de una el pack «Estoa/Memento Mori» a un precio reducido, puedes hacerlo aquí.
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Gracias de corazón.
Hasta la próxima.