Bienvenido al tercer y último post del análisis de «Meditaciones«, de Marco Aurelio. En esta entrada comento y reflexiono sobre preceptos de los libros IX, X, XI y XII del conocido tratado estoico. Ideas que han resonado conmigo y que pienso pueden ser útiles para mejorar tu vida.
Si has llegado a este artículo y no estás familiarizad@ con el estoicismo, puedes leer las dos primeras partes de mi análisis sobre «Meditaciones» aquí. No es necesario seguir un orden concreto, pues no se trata de una novela con un hilo argumental.
Puedes comenzar por donde quieras.
«Meditaciones» es el diario que el emperador romano escribió para forzarse a ser mejor líder, mejor ciudadano y, especialmente, mejor persona. En repetidas ocasiones he cometido el error de leer este tratado con la óptica incorrecta: la de pensar que lo escribe para los demás. Sin embargo, me impactó más cuando lo leí desde el punto de vista que ahora más sentido tiene para mí y que más justicia le hace: que Marco Aurelio se está hablando a sí mismo, y que son sus reflexiones personales sobre cómo ser mejor.
¿No te parece que la persona increíble que la persona más poderosa del mundo trabajara a diario para ser mejor persona? ¿Te imaginas a cualquier político de tu país haciendo lo mismo?
«Meditaciones» se compone de 12 tomos o libros. He decidido desgranarlos todos, subrayando y comentando cada una de las ideas que han llamado mi atención. A partir de ahora, lo que leas en letra cursiva es texto original del libro, y lo que hay debajo en letra normal son mis comentarios a dicho texto.
Una vez más, te ruego que no interpretes estos comentarios míos como una verdad universal ya que, como hacía el propio emperador Marco Aurelio, sólo se trata de apuntes personales que he hecho a raíz del texto original porque me han hecho reflexionar, y que comparto porque creo que pueden aportarte valor.
Por ello creo que la mejor forma de que puedas sacar el máximo provecho a este contenido es que leas ambos (el post y el libro), los compares, y luego extraigas tus propias conclusiones para aplicar a tu vida.
Antes de comenzar, si estás pensando en comprar «Meditaciones», puedes hacerlo a continuación. A ti te costará lo mismo y a mí me ayudas a mantener esto vivo.
En esta entrada encontrarás...
Meditaciones – Libro IX
– No desdeñes la muerte; antes bien, acógela gustosamente, en la convicción de que ésta también es una de las cosas que la naturaleza quiere. Por consiguiente, es propio de un hombre dotado de razón comportarse ante la muerte no con hostilidad, ni con vehemencia, ni con orgullo, sino aguardarla como una más de las actividades naturales.
Amor Fati en estado puro. Por mucho miedo que tengas a la muerte no vas a evitarla. Cuándo y cómo morirás se escapa a tu control. Es la naturaleza y el orden de la vida. Vendrá cuando tenga que venir.
– El que peca, peca contra sí mismo; el que comete una injusticia, contra sí la comete, y a sí mismo se daña.
No hagas las cosas que sepas que son moralmente malas. No porque nadie esté mirando, sino porque tú lo estás haciendo. La autoestima es la reputación que tienes contigo mismo. Tú siempre lo sabrás.
– Muchas veces comete injusticia el que nada hace, no sólo el que hace algo.
La falta de acción puede ser acción. Cuando ves algo que estás mal y no haces nada, estás participando.
– Reflexiona sobre la vida por otros vivida tiempo ha, sobre la que vivirán con posterioridad a ti y sobre la que actualmente viven en los pueblos extranjeros; y cuántos hombres ni siquiera conocen tu nombre y cuántos lo olvidarán rapidísimamente y cuántos, que tal vez ahora te elogian, muy pronto te vituperarán; y cómo ni el recuerdo ni la fama, ni, en suma, ninguna otra cosa merece ser mencionada.
Nuestro paso por este mundo es fugaz. Dentro de tres generaciones no quedará ni rastro de tu existencia. No eres tan importante como crees. Ahora que sabes esto, ¿qué vas a hacer al respecto?
– Imperturbabilidad con respecto a lo que acontece como resultado de una causa exterior y justicia en las cosas que se producen por una causa que de ti proviene.
Actúa sobre lo que puedes controlar, ignora lo que no depende de ti, y entrénate en aprender a diferenciarlos.
– ¿Y quién te ha dicho que los dioses no cooperan tampoco en las cosas que dependen de nosotros? Empieza, pues, a suplicarles acerca de estas cosas, y verás. Éste les pide: «¿Cómo conseguiré acostarme con aquélla?» Tú: «¿Cómo dejar de desear acostarme con aquélla?» Otro: «¿Cómo me puedo librar de ese individuo?» Tú: «¿Cómo no desear librarme de él?» Otro: «¿Cómo no perder mi hijito?» Tú: «¿Cómo no sentir miedo de perderlo?» En suma, cambia tus súplicas en este sentido y observa los resultados.
Ser feliz no consiste en tener todo lo que deseas, sino en desear lo menos posible. El deseo es un contrato que haces contigo mism@ para ser infeliz hasta que consigas lo que quieres.
– ¿Y qué tiene de malo o extraño que la persona sin educación haga cosas propias de un ineducado? Procura que no debas inculparte más a ti mismo por no haber previsto que ése cometería ese fallo, porque tú disponías de recursos suministrados por la razón para cerciorarte de que es natural que ése cometiera ese fallo; y a pesar de tu olvido, te sorprendes de su error.
¿Por qué te sorprendes de lo que esperabas que ocurriera? ¿Cómo crees que reaccionaría este o aquel si ya los conoces?
– ¿No te basta con haber obrado conforme a tu naturaleza, sino que buscas una recompensa? Como si el ojo reclamase alguna recompensa porque ve, o los pies porque caminan.
No debes ser premiado por actuar bien, porque es lo que has venido a hacer aquí. ¿Lo que has hecho es menos bueno si nadie te da la palmadita en la espalda? ¿Harías esa donación si nadie supiera que lleva tu nombre? ¿Harías algo bueno si nadie supiera que lo has hecho tú? A veces, las mejores acciones están cargadas de egoísmo.
Meditaciones – Libro X
– Todo lo que acontece, o bien acontece de tal modo que estás capacitado por naturaleza para soportarlo, o bien te halla sin dotes naturales para soportarlo. Si, pues, te acontece algo que por naturaleza puedes soportar, no te molestes; al contrario, ya que tienes dotes naturales, sopórtalo. Pero si te acontece algo que no puedes por naturaleza soportar, tampoco te molestes, pues antes te consumirá. Sin embargo, ten presente que tienes dotes naturales para soportar todo aquello acerca de lo cual depende de tu opinión hacerlo soportable y tolerable.
Tenemos la capacidad de lidiar con todo lo que nos pasa. Aunque en ocasiones debemos darle y darnos tiempo y fuerza para decidir que se trata de un fenómeno soportable. ¿Y cuándo se trata de una enfermedad terminal? ¿Y si nos dicen que nos quedan 3 meses de vida? Marco Aurelio dice que tampoco nos molestemos, porque si es inevitable, ¿qué sentido tiene que nos consuma antes de tiempo?
Si sabemos que vamos a morir en 3 meses, ¿queremos vivirlos de la mejor manera posible o lamentándonos constantemente? Se trata de un tema delicado, pero ante el que también tenemos la facultad de decidir cómo queremos actuar.
– Cualquier cosa que te acontezca, desde la eternidad estaba preestablecida para ti, y la concatenación de causas ha entrelazado desde siempre tu subsistencia con este acontecimiento.
Una vez más, Amor Fati. He omitido muchos pasajes similares, y de ello deduzco que Marco Aurelio tenía una batalla interna con este tema. ¿Al hombre más poderoso del mundo le costaba aceptar los designios del destino? Si el emperador de Roma trabajaba a diario para lidiar con ello, ¿por qué iba a resultar más fácil para nosotros? Sin duda es difícil aceptar lo que no queremos que nos pase, pero ahí radica gran parte de la felicidad.
– Después de asignarte estos nombres: bueno, reservado, veraz, prudente, condescendiente, magnánimo, procura no cambiar nunca de nombre, y, si perdieras dichos nombres, emprende su búsqueda a toda prisa.
Siéntate, escribe cuáles son los valores importantes para ti, y trabaja para actuar conforme a ellos. Cuando percibas que estás comportándote de forma impropia a lo que has definido, repara el daño lo antes posible.
– Qué se dirá de él, o qué se imaginará, o qué se hará contra él, no se le ocurre pensarlo, conformándose con estas dos cosas: hacer con rectitud lo que actualmente le ocupa y amar la parte que ahora se le asigna, renunciando a toda actividad y afán.
Interpreto este pasaje de dos formas distintas, pero relacionadas:
1) Marco Aurelio nos insta aquí a concentrarnos en el proceso, olvidándonos del resultado. Centrarnos en nuestra tarea actual con los cinco sentidos hará que el resultado final sea mejor que si trabajamos pensando en qué ocurrirá después. El Budismo habla también del desapego del resultado.
2) Prestar atención a lo que depende de nosotros, lo que nos ocupa, lo que tenemos entre manos, y olvidar lo que no podemos controlar: la opinión de los demás y lo que dirán.
– No sigas discutiendo ya acerca de qué tipo de cualidades debe reunir el hombre bueno, sino trata de serlo.
Deja de hablar y empieza a actuar. Deja de leer libros de ejercicios y empieza a entrenar. Deja de ver vídeos de meditación y empieza a meditar. Actúa, ejecuta, optimiza, y disfruta.
– Detente particularmente en cada una de las acciones que haces y pregúntate si la muerte es terrible porque te priva de eso.
Si analizas tus actos diarios, ¿cuántos de ellos merecen la pena? ¿Cuántas acciones de poco o nulo valor llevamos a cabo en un día? ¿Qué se perdería el mundo si fallecieras?
– Siempre que tropieces con un fallo de otro, al punto cambia de lugar y piensa qué falta semejante tú cometes.
Es igual de fácil criticar a los demás que ignorar nuestras propias faltas. Criticamos a los demás, pero no hacemos autocrítica. Lo faltoso que vemos en otr@s, no nos parece tanto si lo hacemos nosotr@s.
– En toda acción hecha por cualquiera, acostúmbrate, en la medida de tus posibilidades, a preguntarte: «¿Con qué fin promueve ése esta acción?» Empieza por ti mismo y a ti mismo en primer término examínate.
Cuando veas alguna acción, pregúntate qué motivos puede tener alguien para querer llevarla a cabo. Aprende a ponerte en la piel de los demás. A lo mejor tú harías lo mismo si estuvieras en su situación.
Meditaciones – Libro XI
– ¡Cómo se pone de manifiesto el hecho de que no existe otra situación tan adecuada para filosofar como aquella en la que ahora te hallas!
Cualquier situación es idónea para poner en práctica el estoicismo. No esperes a que te ocurra alguna desgracia para despertar, porque será más difícil. Empieza hoy, ahora.
– ¿Me despreciará alguien? Él verá. Yo, por mi parte, estaré a la expectativa para no ser sorprendido haciendo o diciendo algo merecedor de desprecio. ¿Me odiará? Él verá. Pero yo seré benévolo y afable con todo el mundo.
Céntrate en hacer el bien, y los demás que piensen lo que quieran. Lo primero está bajo tu control, lo segundo no.
– En séptimo lugar, que no nos molestan sus acciones, porque aquéllas se encuentran en los guías interiores de aquéllos, sino nuestras opiniones.
Como también dice Epicteto: «no son los hechos lo que nos hacen daño, sino nuestra opinión sobre ellos.»
– Recuerda en los momentos de cólera que no es viril irritarse, pero sí lo es la apacibilidad y la serenidad que, al mismo tiempo que es más propia del hombre, es también más viril; y participa éste de vigor, nervios y valentía, no el que se indigna y está descontento.
Es mucho más difícil mantener la calma, la serenidad y el control que perder los papeles. Por eso casi nadie lo hace.
– En la escritura y en la lectura no iniciarás a otro antes de ser tú iniciado. Esto mismo ocurre mucho más en la vida.
Aprende antes de enseñar. El que tiene la suerte de enseñar, tiene el deber de aprender primero.
– Al besar a tu hijo, decía Epicteto, debes decirte: «Mañana tal vez muera.»
Un buen ejercicio para tener presente este regalo que es la vida, es tratar a tus seres queridos como si no fueras a verlos nunca más. Sin llevarlo al extremo, por supuesto. Se trata de valorar, no de sufrir.
Recuerda que tú morirás, pero que tus seres queridos también lo harán. Memento Mori.
Meditaciones – Libro XII
– Muchas veces me he preguntado con admiración cómo cada uno se tiene en más estima que a todos y, sin embargo, toma en menos consideración su propia opinión personal que la de los demás.
¿Por qué siempre nos importan más las opiniones de los demás que las nuestras? Si nos queremos a nosotr@s mism@s, ¿por qué restamos importancia a lo que pensamos?
– Si no conviene, no lo hagas; si no es cierto, no lo digas.
Haz el bien, aún cuando nadie te ve o cuando nadie lo sabe. La autoestima es la reputación que tienes contigo mism@ (no me cansaré de repetir esta frase lo suficiente).
– En primer lugar, no hacer nada al azar, ni tampoco sin un objetivo final. En segundo lugar, no encauzar tus acciones a otro fin que no sea el bien común.
Haz cosas que aporten valor. Antes de cada acción, pregúntate: ¿esto por qué es útil? ¿el mundo sería mejor si llevara esto a cabo? No pierdas el tiempo en distracciones.
– Olvidaste también que todo es opinión; que cada uno vive únicamente el momento presente, y eso es lo que pierde.
El momento presente es lo único que siempre vas a tener. Abrázalo y vive en el mundo, no en tu cabeza. Presente, no pasado, ni futuro.
– La salvación de la vida consiste en practicar la justicia con toda el alma y en decir la verdad. ¿Qué queda entonces sino disfrutar de la vida, trabando una buena acción con otra, hasta el punto de no dejar entre ellas el mínimo intervalo?
Una vez más, actúa conforme a tu naturaleza. Haz el bien siempre que puedas.
Y hasta aquí el análisis completo sobre «Meditaciones». Soy consciente de que es largo, tómate el tiempo que necesites para leerlo, reflexionar y digerirlo. Ojalá te ayude a ponerte en marcha.
El siguiente libro que analizaré será el «Manual de Vida», de Epicteto.
Si quieres seguir indagando en este maravilloso mundo del estoicismo, te animo a que sigas mis cuentas de Twitter (@elestoicoesp) y de Instagram (@elestoicoesp), donde cada día comparto frases y ejercicios prácticos de los estoicos más reconocidos.
También quiero recordarte que si tienes alguna duda o quieres compartir algo conmigo, déjame un comentario o, si prefieres hacerlo por privado, escríbeme a elestoico.com@gmail.com.
Como siempre, muchas gracias por leer El Estoico y ¡nos vemos en la próxima!